Nos contaba Pizarnik en uno de sus poemas que dibujó el itinerario hacia su lugar al viento, y ésa es la fuerza que hace avanzar este poemario. El viento es uno de sus protagonistas, como lo es la lluvia, y la nieve y una discoteca a las cinco de la mañana cuando se encienden las luces y las miradas son suelos pegajosos. El título del poemario, prestado de una de las novelas de Javier Marías, funciona como una metáfora extendida a lo largo de toda la obra, un símbolo de ese momento en el que todo ha ocurrido, ya ha pasado lo más importante y nos queda únicamente ser testigos del olor que dejó un cigarrillo mal apagado. En palabras del propio Marías, “no debería uno contar nunca nada”, así que será mejor que el lector intente moverse sin más por este espacio que espero que de alguna manera sienta común, un escenario recorrido en algún momento de su deambular. Mucha suerte.