La literatura universal está plagada de innumerables obras maestras escritas por mujeres. Sin embargo, su camino nunca ha sido fácil. A lo largo de los siglos las escritoras se han visto obligadas a la difícil tarea de defender la calidad de su obra ante una sociedad culturalmente machista, y no solo han tenido que hacerlo a nivel literario, sino también a nivel de género. Una misma obra escrita por una mujer parece tener menos valor, cuando en realidad lo que cualquier lector debe juzgar es la categoría del escrito, sus propiedades inherentes, más allá de quién lo haya creado, sea hombre o mujer.
Parece mentira que en pleno siglo XXI tengamos que reivindicar a la mujer como una parte importantísima dentro del mundo de las letras. Pero es así, hay que hacerlo, pues todavía hoy no se la reconoce como tal. En más de 115 años de entrega de los premios Nobel de literatura, poco más de una decena de mujeres lo han ganado: Gabriela Mistral, Nadine Gordimer, Toni Morrison, Doris Lessing y Alice Munro entre ellas.
¿Quién puede discutir la brillantez de estas escritoras? Poca gente se atrevería. Aun así, para ellas fue un sobresfuerzo conseguir que su obra fuese valorada al mismo nivel que el de otros escritores de su generación. Para ellas el premio Nobel es un doble galardón; en primer lugar, es un reconocimiento a su valía literaria y, en segundo lugar, una recompensa por destacar en un oficio que parece erróneamente exclusivo de hombres.